lunes, 31 de marzo de 2014

Último discurso de Joseph Goebbels

Honor!!



Cuanto más dinero emplean en rediseñar nuestras costumbres y tradiciones, inventar nuestra historia y convencernos de las bondades del liberalismo cultural (marxista) y económico (capitalista), más celoso soy de nuestros valores tradicionales. 

Si gracias a aquellos principios y valores hemos progresado a traves de los tiempos, y gracias a esta cultura impostora tratan de borrar cualquier vestigio de nuestra milenaria identidad... ¿No crees que va siendo hora de despertar y plantarles cara?

Castilla Identitaria

"El Conde Pedro Ansúrez"

Dentro de las élites aristocráticas de los siglos XI y XII, pocos de sus miembros consiguieron tener un protagonismo tan destacado o alcanzar cuotas de poder similares a las del conde Pedro Ansúrez. Nacido en el seno de los Banu-Gómez, una de las parentelas más relevantes del antiguo reino de León, y poseedor de un importante dominio territorial que abarcaba desde las montañas de Liébana hasta la zona meridional del Duero, su cercanía y fidelidad a la figura de Alfonso VI le llevó a convertirse en su principal vasallo y en el magnate más poderoso de los reinos de León y Castilla, siendo partícipe junto a este último en los hechos más relevantes de su tiempo.
A través del estudio de la persona del último de los grandes condes de Carrión, el autor logra plasmar una visión del mundo aristocrático, de las relaciones que sus miembros mantuvieron con la monarquía y el resto de grupos de la sociedad de su tiempo, pero sobre todo de sus estructuras de poder, dado que aproximarse a los sectores laicos durante la plenitud del Medievo, supone inevitablemente referirse a este último, entendiendo su concepción desde distintas variables y diferentes perspectivas. Un poder que sin duda tenía sus bases en el propio origen y cuna del individuo, en su condición de grandes guerreros, o en la propiedad de la tierra y el dominio sobre los hombres asentados en la misma; y que se incrementaba de manera sobresaliente por la cercanía a la figura del monarca, por su proyección social mediante las oportunas alianzas matrimoniales, o por la fuerza proporcionada por las armas de sus caballeros y vasallos dependientes.


Fuente : A.C.T. Fernando III "el santo"





El amor que asalta. Miguel de Unamuno

EL AMOR QUE ASALTA
¿Qué es eso del Amor, de que están siempre hablando tantos hombres y que es el tema casi único de los cantos de los poetas? Es lo que se preguntaba Anastasio. Porque él nunca sintió nada que se pareciese a lo que llaman Amor los enamorados. ¿Sería una mera ficción, o acaso un embuste convencional con que las almas débiles tratan de defenderse de la vaciedad de la vida, del inevitable aburrimiento? Porque eso sí, para vacuo y aburrido, y absurdo y sin sentido, no había, en sentir de Anastasio, nada como la vida humana.
Arrastraba el pobre Anastasio una existencia lamentable, sin estímulo ni objetivo para el vivir, y cien veces se habría suicidado si no aguardase, con una oscura esperanza a prueba de un continuo desengaño, que también a él le llegase alguna vez a visitar el Amor. Y viajaba, viajaba en su busca, por si cuando menos lo pensase le acometía de pronto en una encrucijada del camino.
Ni sentía codicia de dinero, disponiendo de una modesta pero para él más que suficiente fortuna, ni sentía ambición de gloria o de honores, ni anhelo de mando y poderío. Ninguno de los móviles que llevan a los hombres al esfuerzo le parecía digno de esforzarse por él, y no encontraba tampoco el más leve consuelo a su tedio mortal ni en la ciencia, ni en el arte, ni en la acción pública. Y leía el Eclesiastés mientras esperaba la última experiencia, la del Amor.
Habíase dado a leer a todos los grandes poetas eróticos, a los analistas del amor entre hombre y mujer, las novelas todas amatorias, y descendió hasta esas obras lamentables que se escriben para los que aún no son hombres del todo y para los que dejaron en cierto modo de serlo: se rebajó hasta escarbar en la literatura pornográfica. Y es claro, aquí encontró menos aún que en otras partes huella alguna del Amor.
Y no es que Anastasio no fuese hombre hecho y derecho; cabal y entero, y que no tuviese carne pecadora sobre los huesos. Sí, hombre era como los demás, pero no había sentido el amor. Porque no cabía que fuese amor la pasajera excitación de la carne que olvida la imagen provocadora. Hacer de aquello el terrible dios vengador, el consuelo de la vida, el dueño de las almas, parecíale un sacrilegio, tal como si se pretendiese endiosar al apetito de comer. Un poema sobre la digestión es una blasfemia.
No, el Amor no existía en el mundo para el pobre Anastasio. Leyó y releyó la leyenda de Tristán e Iseo, y le hizo meditar aquella terrible novela del portugués Camilo Castello Branco: A mulher fatal. "¿Me sucederá así? -pensaba-. ¿Me arrastrará tras de sí, cuando menos lo espere y crea, la mujer fatal?" Y viajaba, viajaba en busca de la fatalidad ésta.
"Llegará un día -se decía- en que acabe de perder esta vaga sombra de esperanza de encontrarlo, y cuando vaya a entrar en la vejez, sin haber conocido ni mocedad ni edad viril, cuando me diga: ¡ni he vivido ni puedo ya vivir!, ¿qué haré? Es un terrible sino que me persigue, o es que todos los demás se han conchabado para mentir". Y dio en pesimista.
Ni jamás mujer alguna le inspiró amor, ni creía haberlo él inspirado. Y encontraba mucho más pavoroso que no poder ser amado el no poder amar, si es que el amor era lo que los poetas cantan. ¿Pero sabía él, Anastasio, si no había provocado pasión escondida alguna en pecho de mujer? ¿No puede acaso encender amor una hermosa estatua? Porque él era, como estatua, realmente hermoso. Sus ojos negros, llenos de un fuego de misterio, parecían mirar desde el fondo tenebroso de un tedio henchido de ansias; su boca se entreabría como por una sed trágica; en todo él palpitaba un destino terrible. Y viajaba, viajaba desesperado, huyendo de todas partes, dejando caer su mirada en las maravillas del arte y de la naturaleza, y diciéndose: ¿Para qué todo esto?
Era una tarde serena del tranquilo otoño. Las hojas, amarillas ya, se desprendían de los árboles e iban envueltas en la brisa tibia a restregarse contra la yerba del campo. El sol se embozaba en un cendal de nubes que se desflecaban y deshacían en jirones. Anastasio miraba desde la ventanilla del vagón cómo iban desfilando las colinas. Bajó en la estación de Aliseda, donde daban a los viajeros tiempo para comer, y fuese al comedor de la fonda, lleno de maletas.
Sentóse distraídamente y esperó le trajesen la sopa. Mas al levantar los ojos y recorrer con ellos distraídamente la fila de los comensales, tropezaron con los de una mujer. En aquel momento metía ella un pedazo de manzana en su boca, grande, fresca y húmeda. Claváronse uno a otro las miradas y palidecieron. Y al verse palidecer palidecieron más aún. Palpitábanles los pechos. La carne le pesaba a Anastasio; un cosquilleo frío le desasosegaba.
Ella apoyó la cara en la diestra y pareció que le daba un vahído. Anastasio entonces, sin ver en el recinto nada más que a ella, mientras el resto del comedor se esfumaba, se levantó tembloroso, se le acercó y con voz seca, sedienta, ahogada y temblona le cuchicheó casi al oído:
-¿Qué le pasa? ¿Se pone mala?
-¡Oh, nada, nada; no es nada..., gracias...!
-A ver... -añadió él, y con la mano temblorosa le cogió del puño para tomarle el pulso.
Fue entonces una corriente de fuego que pasó del uno al otro. Sentíanse mutuamente los calores; las mejillas se les encendieron.
-Está usted febril... -susurró él balbuciente y con voz apenas perceptible.
-¡La fiebre es... tuya! -respondió ella, con voz que parecía venir de otro mundo, de más allá de la muerte.
Anastasio tuvo que sentarse; las rodillas se le doblaban al peso del corazón, que le tocaba a rebato.
-Es una imprudencia ponerse así en camino -dijo él, hablando como por máquina.
-Sí, me quedaré -contestó ella.
-Nos quedaremos -añadió él.
-Sí, nos quedaremos... ¡Y ya te contaré; te lo contaré todo! -agregó la mujer.
Recogieron sus maletas, tomaron un coche y emprendieron la marcha al pueblo de Aliseda, que dista cinco kilómetros de su estación. Y en el coche, sentados el uno frente al otro, tocándose las rodillas, meciendo sus miradas, le cogió la mujer a Anastasio las manos con sus manos y fue contándole su historia. La historia misma de Anastasio, exactamente la misma. También ella viajaba en busca del Amor; también ella sospechaba que no fuese todo ello sino un enorme embuste convencional para engañar el tedio de la vida.
Confesáronse uno a otro, y según se confesaban iban sus corazones aquietándose. A la trágica turbación de un principio sucedió en sus almas un reposo terrible, algo como un deshacimiento. Imaginábanse haberse conocido de siempre, desde antes de nacer; pero a la vez todo el pasado se borraba de sus memorias, y vivían como un presente eterno, fuera del tiempo.
-¡Oh, que no te hubiese conocido antes, Eleuteria! -le decía él.
-¿Y para qué, Anastasio? -respondía ella-. Es mejor así, que no nos hayamos visto antes.
-¿Y el tiempo perdido?
-¿Perdido le llamas a ese tiempo que empleamos en buscarnos, en anhelarnos, en desearnos el uno al otro?
-Yo había desesperado ya de encontrarte...
-No, pues si hubieses desesperado de ello te habrías quitado la vida.
-Es verdad.
-Y yo habría hecho lo mismo.
-Pero ahora, Eleuteria, de hoy en adelante...
-¡No hables del porvenir, Anastasio, bástemonos el presente!
Los dos callaron. Por debajo del arrobamiento que les embargaba sonaba extraño rumor de aguas de abismo sin fondo. No era alegría, no era gozo lo que sobrenadaba en la seriedad trágica que les envolvía.
-No pensemos en el porvenir -reanudó ella- ni en el pasado tampoco. Olvidémonos de uno y de otro. Nos hemos encontrado, hemos encontrado al Amor y basta. Y ahora Anastasio, ¿qué me dices de los poetas?
-Qué mienten, Eleuteria, que mienten; pero muy de otro modo que lo creía yo antes. Mienten, sí; el amor no es lo que ellos cantan...
-Tienes razón, Anastasio; ahora siento que el Amor no se canta.
Y siguió otro silencio, un silencio largo, en que, cogidos de las manos, estuvieron mirándose a los ojos y como buscándose en el fondo de ellos el secreto de sus destinos. Y luego empezaron a temblar.
-¿Tiemblas, Anastasio?
-¿Y también tú, Eleuteria?
-Sí, temblamos los dos.
-¿De qué?
-De felicidad.
-Es cosa terrible esta felicidad; no sé si podré resistirla.
-Mejor, porque eso querrá decir que es más fuerte que nosostros.
Encerráronse en un sórdido cuarto de una vulgarísima fonda. Pasó todo el día siguiente y parte del otro sin que dieran señal alguna de vida, hasta que, alarmado el fondista y sin obtener respuesta a sus llamadas, forzó la puerta. Encontráronles en el lecho, juntos, desnudos, y fríos y blancos como la nieve. El perito médico aseguró que no se trataba de suicidio, como así era en efecto, y que debían de haberse muerto del corazón.
-¿Pero los dos? -exclamó el fondista.
-¡Los dos! -contestó el médico.
-¡Entonces es contagioso...! -y se llevó la mano al lado izquierdo del pecho, donde suponía tener su corazón de fondista. Intentó ocultar el suceso, para no desacreditar su establecimiento, y acordó fumigar el cuarto, por si acaso.
No pudieron ser identificados los cadáveres. Desde allí los llevaron al cementerio, y desnudos y juntos, como fueron hallados, echáronlos en una misma huesa y encima tierra. Sobre esta tierra ha crecido yerba y sobre la yerba llueve. Y es así el cielo, el que les llevó a la muerte, el único que sobre su tumba llora.
El fondista de Aliseda, reflexionando sobre aquel suceso increíble -nadie tiene más imaginación que la realidad, se decía-, llegó a una profunda conclusión de carácter médico legal, y es que se dijo: "¡Estas lunas de miel...! No se debía permitir que los cardíacos se casasen entre sí".



Juan Pablo Vitali


Los perros
Los mastines del odio rugen, y con su aliento derriten la insondable negritud de un territorio secreto.
    Huyen, arrastrando los pies como fantasmas humanos, como si su naturaleza animal fuera de pronto vencida por el destierro.
   Van por las luces  blanquecinas del otoño. Son tenaces, y ruedan sus colmillos blancos por la arena, hasta rodear mis tobillos con sus babas; me obligan entonces a arrodillarme, e implorar cobardemente por mi vida.
   Esas sombras asesinas, consiguen horadar con sus pasos las rutas que llevan hacia el Sur. A su paso, estallan los cristales, y declina el límite azul de las miradas.
   Los cánidos de ligeros pasos ennegrecen el aire. Son rebeldes al sol y a la luna, me buscan cruzando los arroyos, o cuando transito por los sólidos puentes de acero, cantando las canciones que la más antigua memoria de mi estirpe me permite.
   Algún día me alcanzarán, entonces les devolveré su sangre en vasijas de este mismo barro, y engarzaré sus ojos en puñales, y sus pieles colgarán en mi palacio de rojos ladrillos traídos del infierno. Y sus orejas, como antiguas mariposas, pinchadas en alfileres lucirán sobre maderas que lustrarán al efecto mis esclavos.
   Con nuestras manos amputadas, construiremos las naves apropiadas para volver al centro de la tierra hueca.
   Siento el olor de los enviados, porque mi olfato es aún más fino que el de su raza.
   Puedo oler las secreciones de sus vísceras, sus hocicos húmedos sobre el pasto.
   Puedo adivinar sus intenciones, haciéndome así invencible.
   Ya algunas de sus cabezas, cuelgan sobre los alambres del perímetro. A veces voy hasta los límites, para sólo ver sus órbitas vacías.
   Entonces me percato que sus naves rondan este territorio, con sus proas y sus popas de aleaciones eternas.
   Observo los navíos devorados por los peces sicarios, con un odio irracional, desconocido para nosotros que matamos sin odio, sin ese odio salvaje que ellos acopian y los hace deleznables.
   Me duelen de agua los tobillos, de no detenerme nunca. Me duele la voz de gritar las voces de combate. Me arden las manos de pulir las hojas del acero.
   Los perros se sumergen en el barro. Increíblemente sobreviven, en esa masa de amasijo orgánico que se desplaza silente bajo la planta de nuestros pies.
   Entonces los espectros, lloran en su hermético idioma.
   Los relojes de los muertos flotan en el aire, descabezando luciérnagas con sus agujas metálicas. Sus cómplices son murciélagos que destruyen los documentos secretos, aprovechando su versátil desenvolvimiento nocturno.
   El cielo se desploma sobre las banderas. Estoy solo. Finalmente me enfrento a mi destino, a mi mágico exilio, a mi Patria de nubes y traiciones.
   Finalmente el nombre accede a lo nombrado.

domingo, 30 de marzo de 2014




Miguel Serrano




Ostara

OSTARA


Festividad de la Diosa de la fertilidad, asociada al comienzo de la primavera.
También llamada Diosa del amanecer o del despertar de las fuerzas germinativas.
 Ostara, es una representación de las fuerzas femeninas generadoras y que se celebra, el matrimonio del Dios Sol con la Diosa Tierra.
Desde el punto de vista etimológico, Ostara o Ēostre deriva del proto-germánico austrō, así como también de la raíz proto-indoeuropea aues-, "brillar". Se puede vincular a Eostre y la diosa griega del amanecer, Eos, o la Aurora de los romanos.
También existe una relación entre Ēostre (brillante) con el viento del este Austri, que es el "espíritu de la luz".
Ostara, es una de las ocho festividades de la rueda del año, relacionada con rituales y fiestas diurnas. Su celebración es durante el equinoccio de primavera, en el hemisferio norte cercano al 21 de marzo, mientras que en el hemisferio sur alrededor del 23 de septiembre.
Ésta celebración marca el fin del invierno, de la época obscura, donde el esposo hijo y amante de la Diosa, paso los meses invernales en la muerte y ahora, da inicio a la época del renacimiento, de la luz. Es la época en que la Diosa despierta de su descanso y cubre la tierra con su fertilidad. Por lo cual, en algunos lugares relacionan a la festividad con Frigg, Freya o deidades femeninas de la fertilidad, donde la Diosa, recupera su aspecto de doncella.
Es el tiempo en que los animales salvajes son incitados por ambos dioses, para su reproducción, el Dios y la diosa reinan juntos y por tanto, los días y noches son iguales en tiempo.1 El renacimiento de la naturaleza se representa con el huevo, es el tiempo de la primera siembra del año, del renacimiento interior, de la fertilidad de conciencia donde se siembre los anhelos para el año que comienza.
Regalar huevos de pascua, es ofrecer nuestro deseo de que quien lo recibe tenga vida con alegría.2
Es un tiempo para la veneración del Dios Cernunnos, dios astado señor de los animales, nuestros hermanos. También del Hombre verde, señor de los bosques, con la finalidad de que retorne el verdor a praderas y bosques, donde nuevos animales retocen en ellas. Época importante para bendecir las semillas que se sembrarán en los campos.2
Tiempo propicio para comenzar nuevos proyectos, para comunicarnos con el mundo. En el catolicismo, recordamos la resurrección de Jesús (pascua o Easter), así como su mensaje de amor y vida.
Son una gran cantidad de Diosas de diferentes etnias a las que se les consagra la festividad, como son: Tozi, Tonantzin, Tocitona, Bamba, Diosa Madre del Maíz, Afrodisias, Aglaurias, Ceres, Cordax, Coliades, Coreyas, Dictineas, Eleusinas, Faunalias, Frisias, Gefireas, Heresforias, Hilaris, Lernaias, María (anunciación del árcangel Gabriel), entre otras.3

Prácticas de Ostara
Recoger flores silvestre, paseos por los bosques, decorar huevos con colores (alegría), esconderlos o regalarlos como símbolo de fertilidad, eternidad y alegría; pedir deseos y peticiones a la Madre naturaleza, desprenderse de cosas negativas de la personalidad, plantar semillas, trabajar en el jardín, trabajo con hierbas. 3
Inciensos: benjuí, violeta, rosa, jazmín. Ve la sección de Inciensos
Colores: rosa, verde claro, amarillo
Bebidas: vino, jugos de frutas y té herbal
Hierbas: Narciso, Asperilla, Violeta, Aulaga, Olivo, Peonia, Lirio, Narciso, Tompón, Todas las flores de primavera
Comida: comidas preparadas con semillas de girasol, brotes de verduras hojosas, platillos perorados con flores.4



Everything goes, everything returns,
Eternally rolls the wheel of life.
Everything dies, everything blooms again,
Eternally rolls the wheel of life.
Everything breaks, everything is mended, 
Eternally builds the house of life. 

Everyone parts, everyone meets again, 

Eternally the cycle of life stays true. 

— F.W. Nietzsche

GeCé

Alcantarillas

El reino de los epiplasmas: la alucinante comarca de las atarjeas: donde vertían las ciudades (animal, vegetal, mineral, hombre) sus últimas substancias disueltas en fango.

Me arrodillé en la linde del reino, como ante una Creación del Mundo, al revés.
Ante mí fluía la vida orgánica en su postrer meta­morfosis visible, en el postrer reducto de su individualidad.
La vida en el final de su vida: en su epiplasma.
Alegrías       papel       bodas       alambres materia       materia       materia       materia rosa     flecos     amor     cartón     pena
materia       materia       materia     metal       sangre       mondas       óxidos materia       materia       materia       materia   lágrimas      vino      nostalgia      madera materia       materia       materia
barro     risa      corcho     telas     cristal       materia       materia materia     materia         pus           esperanza        agua     dolor     luz materia          materia           materia         materia        materia           materia          materia        materia…
Fluía la materia ante mí casi como ante Dios el primer día.
Tomé unas gotas del infralime limo. (¡Limo subliime!)
Las suficientes para impregnar de vaga trascendencia este libro.
Que nadie lea sin aseptizar —de antemano— sus papilas olfactales.

De "Yo, Inspector de alcantarillas" (1928). Primer libro surrealista en España.

Ernesto Giménez Caballero (GeCé)
alternativaemerita.blogspotcom

jueves, 27 de marzo de 2014

The Celtic brooch looted by the Vikings and discovered in the museum’s collection. 

A Celtic treasure looted by the Vikings more than 1,000 years ago has been discovered in the British Museum’s storerooms. An ornate, gilded disc brooch dating from the eighth or ninth century was found by chance and is being described as a “staggering find”. No-one knew of its existence until now.
It had been concealed in a lump of organic material excavated from a Viking burial site at Lilleberge in Norway by a British archaeologist in the 1880s and acquired by the British Museum in 1891.
Curator Barry Ager, a Vikings specialist, was poring over artefacts before a visit from a Norwegian researching the Viking site when his eye was caught by some metal sticking out of the side of the organic lump.
Intrigued, he asked the conservation department to X-ray it. “At that stage, I really didn’t know what was inside,” he said. “It was a staggering find.”
He added: “It turned out, quite remarkably, to be this Celtic disc… It’s extremely exciting… It’s a very rare example of its sort within the collection… shows contact between the British Isles and Norway in the Viking period … objects seized as loot in this country and taken back.”
He believes that it was originally made in Ireland or Scotland, that it came from a shrine or a reliquary, and that the Vikings converted it into a brooch by attaching rivet holes and a pin.

Holger the Dane

MSR


http://www.goear.com/listen/c0e4e59/entrevista-a-carmen-martin-padial-en-radio-bandera-negra

Parker Yockey

La ideología de un pueblo no es más que vestimenta intelectual. Puede corresponder — o no — al instinto de ese pueblo. Una ideología puede ser cambiada de un día para otro, pero no el carácter de un pueblo. Una vez que éste ha sido formado, es definitivo e influencia a los acontecimientos más que a estos a él.

Make love and war!!



jueves, 20 de marzo de 2014

In Libris Libertas


La Joven Europa

En 1834 José Mazzini, desde su exilio suizo de Berna, funda La Joven Europa. Más de cien años después, en 1942, aparece en Berlín La Joven Europa, Hojas de los combatientes de la juventud estudiantil europea, revista editada por el Intercambio Académico Cultural en la que figura como responsable de la publicación el Dr. Rupert Rupp. En 1943 se sustituyó el subtítulo: La Joven Europa. Hojas de la Europa académica combatiente. Desde su primer número anuncia que la publicación aparecerá en los siguientes idiomas: español, alemán, italiano, finlandés, francés y búlgaro [no hará falta observar que no estaba previsto que el inglés se mereciera servir para verter los textos de los jóvenes europeos]. En la contraportada puede leerse: «Se ruega encarecidamente a todos los camaradas que reciban estas hojas, sean combatientes en el frente del Este, voluntarios de los distintos países o soldados de la cultura en las Universidades, su colaboración para los próximos números enviando todo género de aportaciones. Particularmente interesantes serían escritos sobre la revolución y el nuevo orden político y espiritual de nuestro tiempo, relatos de sucesos vividos en la guerra y cartas, poesías, fotografías y dibujos.

Gracias a varias fundaciones de personas amantes de la vida universitaria, que agradecemos profundamente, estos cuadernos durante la guerra podrán ser repartidos gratuitamente a los estudiantes combatientes y a las Universidades europeas. Ejemplares, tanto de este número como de los sucesivos, pueden solicitarse en todo momento del Editor.» La primera entrega de La Joven Europa (cuaderno 1/2, enero 1942, 96 páginas), al menos en su edición española, se abre con una frase de José Antonio: «El hombre solamente es libre en cuanto se le considera como portador de valores eternos.», junto a una fotografía a página completa de Hitler y una presentación que lleva el mismo título que la revista. En la última página del primer número encontramos una Nota del Editor (que se repite en números sucesivos): «Cuando llegue la hora de escribir la historia de la guerra actual, los números de La Joven Europa constituirán una fuente de informes contemporáneos, nacidos en el momento mismo de esta lucha por la libertad de Europa. Por esta razón, el Editor insiste aquí una vez más, en el ruego de que le sean enviados toda clase de relatos sobre sucesos vividos, artículos políticos, cartas de camaradas muertos en el frente, poesías u otras composiciones análogas. En estas aportaciones se pondrá de manifiesto la gran camaradería que une a la juventud del Continente europeo.»
filosofia.org


Georges Sorel

 “a veces, los términos fuerza y violencia se utilizan indistintivamente para hablar de actos de autoridad o de actos de rebelión. Y es obvio que los dos casos dan a lugar a consecuencias muy dispares. Pienso preferiblemente adoptar una terminología que no dé lugar a ambigüedades, y reservar el vocablo violencia para los actos de rebelión. Se dirá, pues, que la fuerza tiene por objeto imponer cierto orden social a través del gobierno de una minoría, en tanto que la violencia tiende a la destrucción de dicho orden. La burguesía ha empleado la fuerza desde el inicio de los tiempos modernos, mientras el proletariado reacciona ahora contra la burguesía y contra el estado mediante la violencia”.