viernes, 6 de diciembre de 2013

Mientras caminaba por los pasillos rumbo al pabellón “B” recibí la primera de las incontables sorpresas que me daría el trato con Belicena Villca y su extraña historia. Leyendo el letrero de material plástico con mi nombre, abrochado en el bolsillo de la chaquetilla, dijo: –Dr. “Arturo Siegnagel”. Tiene Ud. un nombre mágico: “oso de la garra victoriosa”. ¿Lo sabía? –Supongo que sí –respondí, mientras traducía mentalmente: Arturo, del griego arctos, significa “oso”; Sieg quiere decir “victoria” en alemán; y nagel, “garra” en el mismo idioma–. Lo que me sorprende –agregué– es que lo sepa Ud. ¿Entiende griego y alemán? –Oh, no es necesario Dr. Yo veo con la Sangre. Sé lo que siempre supe me dijo con una sonrisa candorosa. ¡Sí que está enferma!, pensé neciamente, creyendo que aludía a la teoría de la reencarnación como hacen los espiritistas, clientes permanentes de nuestros pabellones. En ese entonces no podía imaginar ni remotamente que algún día haría esfuerzos inusitados por recordar cada una de sus palabras para analizarlas con gran respeto.

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