Como los elegidos de los dioses, como Sigfrido, te enfrentaste al dragón; Como Amadís, luchaste con afán por la dama de tus desvelos, para librarla de las brujas; como Garcilaso, hiciste poesía y caíste por el Imperio, sin casco ni coraza, a cara descubierta, al asaltar el castillo de tus ilusiones.
En tierra de palmeras gallardas cual fuera y cerca del mar Mediterráneo, clásico como tu cultura, luminoso como tu cerebro y azul como tu camisa, reposa por ahora el cuerpo, pero tu alma habrá entrado ya en ese paraíso que cantaras, y en donde en las jambas de las puertas, junto a los ángeles con espadas, hacen guardia tus escuadras caídas cara al sol, por Dios y por España victoriosa de todos sus enemigos, sin pactos ni mediaciones.
Discurso de Raimundo Fernández-Cuesta
Musica de Argentum
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